El pasado fin de semana 28, 29 y 30 de setiembre se han celebrado  las IV Jornadas EFFA, que son las siglas de la Escuela de Formación en Fe Adulta. Se celebraron, como otros años, en la Casa de Espiritualidad de las Javerianas que hay en Galapagar. De nuestra Comunidad participaron Maika Atxabal, Enri Goiko e Isabel del Molino. Aquí reproducimos un resumen de lo allí vivido, publicado en la web de Fe Adulta.

El interés despertado movilizó a personas de toda la península, desde Bilbao a Granada, pasando por Valencia o Murcia. También de Badajoz, de Santiago o de Oporto. Así como de Palma de Mallorca y desde Colombia y México.

El viernes empezamos con una mesa redonda donde pudimos debatir entre todos sobre “Cómo vivir una fe adulta”. Fue clarividente la intervención de Carmiña Navia que puso el foco en la conciencia personal e intransferible: “No empeñar, no entregar, no delegar la conciencia. Para tener una fe adulta, es necesario que cada uno y cada una se rija y vaya orientando su vida, y su práctica de fe, por su propio juicio, por su propia conciencia”. Gonzalo Haya, por su parte puso el foco en el cambio de paradigma. En concreto nos planteaba que en Europa estamos asistiendo a un paradigma postreligioso, en el que por un lado está la necesidad de espiritualidad y por otro están las religiones. También nos hacía notar que “el Papa Francisco ha calado en la raíz de este problema al hablar siempre de clericalismo, que es algo que hay que desterrar de la iglesia. El clericalismo implica que el clero ha asumido toda la responsabilidad y todos los carismas de la iglesia primitiva. No solo el de supervisión (los epíscopos) sino además el de profeta, el dogmático, etc. Y el cristiano de a pie, el laico, se encuentra con los brazos cruzados esperando a ver lo que le dicen”. Como antídoto a todo esto nos anima a los laicos a “asumir nuestra responsabilidad y nuestro protagonismo en las comunidades eclesiales” aunque sea muy difícil revertir la dinámica.

Por su parte, África de la Cruz nos habló de su experiencia de ocho años como celebradora de la palabra en un arciprestazgo de Segovia. Por último intervino Ricardo de Vicente, laico también, que nos habló de su inquietud por profundizar en el sentido de la vida, que le ha llevado a una formación continua en humanidades. Nos recordó que “la palabra laico viene de «laos» que significa pueblo. Entonces, el pueblo de Dios es el sujeto de toda celebración. El que preside no es el que celebra. El que preside celebra con todos los que están en la Asamblea. Pero no se puede confundir celebrante con presidente”.

Tras la mesa redonda tuvimos la oportunidad de escuchar un par de ponencias a cargo de Andrés Torres Queiruga sobre “el problema del mal” y “el final de los tiempos” o mejor dicho, si hay o no infierno más allá de la muerte. Queramos o no, “son temas que están ahí, que provocan muchos problemas, porque cuando se toman a la letra (…) se dicen cosas horribles de Dios”. Recordando a Tony De Mello nos decía “cuando hablemos de Dios, que lo que decimos de Él, lo podamos decir de cualquier persona honesta”. También nos contaba cómo cuatro siglos antes de Cristo, ya hay un filósofo, Epicuro, que plantea el problema: “seguramente recordáis el famoso dilema de Epicuro. O Dios quiere evitar el mal del mundo y no puede, entonces no es Omnipotente; o Dios puede evitar el mal del mundo, pero no quiere y entonces no es Bueno; o ni quiere, ni puede y entonces no es Dios”. “Si este dilema fuese verdad, no se podría creer razonablemente en Dios”. Para resolverlo, dice el filósofo y teólogo gallego, “vamos a prescindir de Dios, porque yo creo que los niños de los ateos también nacen llorando, los ateos también tienen enfermedades y también tienen dolor, y tienen angustia. Es decir, que el mal, no es un problema religioso, de entrada; es un problema humano”. Y se pregunta “¿dónde está la razón de que el mundo produzca mal? En que somos limitados, y lo que le va bien a unos le va mal a otros. Si yo estoy aquí con vosotros, no puedo estar en Santiago”, aunque allí tenga mucho trabajo pendiente. Y concluye: “La finitud humana, no lo permite todo”.

En la segunda sesión, Torres Queiruga abordó el espinoso tema del infierno. Para su teología, contaba, que fue muy luminosa la parábola del juicio final donde el Señor separa las ovejas de los cabritos. Un buen día descubrió que “todos somos en parte ovejas y en parte cabritos”. Y afirmaba el siguiente razonamiento: “Si Dios no sabe más que salvar y que perdonar, en la medida en que toda persona es siempre un poco oveja, Dios le salvará en esa justa medida en que esta persona se deja salvar y no puede salvarle en la medida en que esta persona se le cierra. Somos buenos en la medida en que nos dejamos ser buenos por Dios, y somos malos en la medida en que nos cerramos en el egoísmo.” Y como conclusión definía “posiblemente el infierno sea la falta de plenitud de salvación que nosotros le impedimos a Dios darnos”.

Después del revuelo intelectual que suscitó el tema del mal y del infierno, al día siguiente, tuvimos una charla con Fray Marcos, que nos hablaba de “La Plenitud como inicio, camino y meta”. Fue muy luminosa su afirmación acerca de las realidades del más allá de las que nos hablan las Escrituras: “En nuestra religión es muy importante el paso del mito al logos. ¿Y por qué es tan importante? Porque se han hecho en falso. Porque el pensamiento mítico no admite razonamiento ninguno, ni admite explicación, ni admite aclaración…” “El Dios del Antiguo Testamento es un Dios mítico”.

También fue un punto central de su exposición la afirmación de que el tiempo y el espacio son construcciones mentales, sin las cuales no podemos razonar, pero de las que debemos prescindir. “Mi verdadero ser está más allá del tiempo y del espacio. Y por lo tanto, en mi verdadero ser no tiene que suceder nada, no tengo que conseguir nada. Por eso hablamos de la plenitud en el inicio, camino y meta (…) No hay ningún proceso. Ya hemos llegado a la meta en el momento que empezamos”.  Este convencimiento debería llevarnos a experimentar una paz interior, que el dominico concretaba en una serie de consecuencias en la última parte de su exposición: Entre otras enumeraba la identificación con todo; una armonía y paz que evitarían muchos conflictos psicológicos. Estar conforme con lo que se tiene; no buscar nada, y resistirse a la creación constante de necesidades, es muchas veces sinónimo de la felicidad. Desaparece todo miedo y toda ansiedad. Me capacita para entender toda religiosidad.

Inma Calvo Torrejón